lunes, 22 de agosto de 2022

Libro inesperado de Johana Isabel Gallego Arroyave

– ¡Hey! ¿Qué tanto piensas? – alcé la mirada para verlo a los ojos. Se veía diferente a la última vez que habíamos compartido – En nada – contesté conservando mi aire serio y sereno. Él sabía que ese típico “en nada” significaba un mar de pensamientos en mi mente que, claramente, no quiso interrumpir y lo agradezco, pues prefiero estar sumergida en ellos sin distracciones.

– Bueno, debo irme ya – me dijo. Volví a mirarlo para sonreírle como un acto de despedida – Adiós – escucho nuevamente su voz resaltando su partida, quedando sola en la mesa frente a la biblioteca.

Siempre ha sido mi lugar favorito, desde la primera vez que ingresé a la Universidad. Tal vez me sentía así de emocionada al verla porque, luego de dos años lejos de este lugar, pareciera como si volviese a iniciar una nueva aventura.

– Buenas tardes – Saludé al entrar en la biblioteca. Debía estudiar para un parcial de una asignatura importante y opté por la seguridad de un libro, aunque no soy tan fanática de ellos. Me acomodé a gusto en una mesa cerca de la entrada donde podía ver a todo quien entrara allí. El problema era que ese día mi concentración estaba nula, provocando que me distrajera con lo primero que ocurriese a mi alrededor.

– Hola, ¿cómo te encuentras? – Escuché un susurro entre las librerías – ¿Te gustaría hacer algo hoy? – Una vez más la misma voz. Me reí en voz baja, pues al parecer la biblioteca también sirve para citas amorosas clandestinas – Si quieres podemos ir a tomar una limonada – insistía el chico sacando todo tipo de armas para que ella aceptara. Mientras, yo continuaba riéndome en voz baja agudizando mi oído para entretenerme con la conversación ajena.

No me mal interpreten, no me río del romance y de lo enamorado que se veía el chico, lo hacía de las técnicas que tiene cada persona para conquistar a alguien. Menos mal a mí no me pasa ese tipo de co… ¿o sí?

– ¡Eh! ¿Qué hace aquí? – dije sorprendida. Creo que lo hice en voz alta, pues varias personas me miraron por unos segundos, solicitando silencio – Lo siento – Les dije horrorizada, agradeciendo al universo porque, a quien vi, no me había escuchado.

Se veía diferente a como solía verse en los entrenamientos; sus tenis, chaqueta, el casco de su moto en la mano y su sonri… – ¡Contrólate! – me reprendí inmediatamente. Ella causaba algo en mí, que no podía explicar, desde el primer día que inicié a entrenar en su equipo, y creo que hasta el día de hoy no lo sabe.

Nerviosamente, observo como devuelve unos cuantos libros. Termina y sus pasos se dirigen de nuevo hacia la salida, perdiéndola de vista. Justo ahí descanso, por fin, de ese acalorado momento.

Noté mi frente con sudor, tal vez producto de toda esa revolución de emociones de ese instante, así que decido sacar un pañuelo y limpiarme rápidamente, a la vez que pienso en que me gustaría volver a verla, al fin y al cabo, apenas es un reinicio de Universidad.


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