Las personas son tan absorbentes que a veces sueles quedar atrapado en ti.
Cuando el costeño se levantó por la mañana estaba envuelto
en sudor, al levantarse a vomitar pasó por el charco que había dejado la noche
anterior. Aquella mañana derrotada la había vivido tantas veces que ya sabía
que partes de su habitación estaban comprometidas.
Se sentó sobre su silla a pensar en cómo componer el día, y
cumplir lo que tantas veces resonaba en su cabeza; que aprender, como ser
mejor, Aprender hasta la dispersión para encontrarse cansado de no ser bueno en
nada y darle un matiz de aparente curiosidad al día.
Había visto tantas caras ir y venir que había perdido la
capacidad de distinguir entre las masas de carne. Verse al espejo y sentir ira
al reconocer se, podía caber en su definición de milagro.
Cuando Sebastián le habla a su celular para preguntarle si
vendría a verlos esa tarde. No respondió.
La tarde transcurrió en su salón de clases conducido por la
inercia del día que lo lleva a desarrollarse.
Un compañero lo saluda chocando las palmas y para burlarse,
señala.
+Nada como un día con otras 40 personas que hacen
exactamente lo mismo que tú.
El costeño lo mira y sonriendo, agrega:
-Es entonces que cada pensamiento resulta patológico, Listo
para surgir en cada uno a su tiempo, como la fisura que sale en el acabado del
muro o el dolor de las articulaciones en las personas mayores.
El celular suena. Y el identificador: Carlos.
De nuevo, no contestó.
Sus compañeros parecen animados, hablan entre ellos con
aparente naturalidad y las lecciones las acogen con genuino interés.
Al llegar la hora de salida ya era de noche y de nuevo
estaba encerrado en sus pensamientos con la misma idea. “Golpear su cabeza
contra la mesa se oye tan bien cuando escuchas hablar a un profesor que mira la
hora cada 5 minutos, es el mismo negligente viejo que les califica el interés
por debajo de la mitad”.
Al caminar a casa hace frío, las luces le gustan, las calles
se fugan en la perspectiva mojada de concreto, asfalto y vidrio y en una
esquina del cuadro la que se le roba el sueño se pierde en el infinito.
Sentados en el mismo bar, mirando el mismo cartel luminoso,
con tantas personas a su alrededor, de nuevo estaba solo consigo mismo.
-Has notado que la ciudad está vacía, charlie
+Entiendo a qué te refieres costeño
Lo siento por ti, Espero que al menos lo que haces te llene.
El resto de la noche pasó en llorar a carcajadas.
Durante la borrachera el costeño sentía que el frío que
padecían era solo un reflejo de la soledad, algo que hace que las personas se
acerquen entre ellas y los espacios como estos se sientan algo confortables.
Después de otra mala noche, de nuevo, no podía seguir
negando su humanidad a la espera de la muerte.
De camino a clase al ver a su persona Favorita dejo de
sentir vergüenza por sus imperfecciones y de nuevo fue hacia ella en busca de
no una relación platica, sexo casual o simple compañía. Si no, para llenar el
momento con su presencia como un detalle más de su paisaje.
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