Aunque él está a solo diez pasos de sus compañeras, no puede
juntarse mucho con ellas, entonces le toca estar solo y entretenerse
escuchándolas balar a lo lejos, e imaginar que también está en ese lugar.
Pero Tigo no tiene una mirada triste, él tiene unos ojos
saltones y alegres, que miran sin temor, que brillan como dos cristales cafés,
y cuando alguien va a saludarlo y le lleva de regalo un banano, ¡él es tan
feliz! Que choca cariñosamente su frente, contra la mano de su nuevo amigo.
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