Eran las 8 de la noche, Laura se sentía afortunada, había
pasado el parcial que creía perdido, le tocó un puesto en el bus de regreso a
casa, el tropel planeado para ese día había sido estropeado por la lluvia,
encontró un billete de 20 mil en la calle que nadie parecía estar buscando y
todos sus planes habían culminado satisfactoriamente.
En su nevera todavía quedaba una arepa, un huevo y un poquito
de queso. Aún había aguapanela y su roomie no estaba, así que podría descansar
tranquilamente.
Se dio una ducha antes de irse a dormir, el calentador de
agua había vuelto a funcionar, todo era perfecto. Las sábanas olían a soflán y
estaban suavecitas, Laura se sentía completa, iba a tener tiempo para dormir y
asistir a su clase de 7 a.m de física mecánica, bien descansada para presentar
el trabajo que su profesor le había dado más plazo de entregar.
Eran las 8 de la mañana, Laura recién llegaba a la universidad.
Se había levantado a las 7 y 15, la alarma de su celular no había sonado porque
estaba sin batería, recordó que el cargador se lo había prestado a una
compañera y ninguna cayó en cuenta del asunto al despedirse el día anterior.
Ya no había ni arepas, huevos ni quesito para el desayuno,
ni siquiera un poco de aguapanela. El calentador de la ducha había vuelto a
fallar, de por sí las mañanas en Guarne son gélidas para Laura, quien ahora
habría tenido que bañarse con el agua fría.
Dispuesta para irse en carrera a tomar el bus a Medellín se
da cuenta que no hay más puestos y le toca convencer al conductor que la deje
ir parada, al mismo tiempo suplicando que no haya mucho taco en la vía,
pendiente del reloj y rogando por un poco de más misericordia de su profesor.
Finalmente había llegado a la universidad, todavía quedaban
30 minutos para que el profesor acabara su clase, pero al llegar a la portería
de Coca Cola notó a unos seres familiares vestidos de negro y con la cara
cubierta.
Laura se dio cuenta que había tropel, sin embargo, mantuvo
la esperanza de que su profesor hubiera dado la clase.
Corrió al salón a buscarlo solo para darse cuenta que todas
las sillas estaban vacías.
Su frustración no era expresable con palabras, la única
forma de palpar tal sensación era la expresión en su rostro.
Resignada, decide abandonar el bloque y en el camino se
encuentra a la compañera a quien le prestó el cargador, quien tampoco había
tenido mucha suerte al llegar a la clase.
Se saludan, la chica le devuelve su cargador y le dice.
“¿Viste que el profesor amplió el plazo del trabajo”?
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ResponderEliminarLaura me representa
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