Pasé tantas clases virtuales aburrido en la monotonía,
centrado en que la realidad se había convertido en pasar todo el día la
pantalla del computador y luego descansar viendo la pantalla del televisor, que
mi mayor anhelo fue volver a la realidad y tenerlo AHORA. Pero a veces no se
puede tener lo que uno quiere.
Ya llevábamos más de un año encerrados en casa, cuando volví
a las aulas de manera presencial sentí que todo sería diferente, pero… Nada, no
había nada diferente, solo era un lugar vacío, un lugar sin almas, sin emoción,
sin alegría… Ahí fue cuando me di cuenta de que la universidad no la hacen las
aulas, ni los profesores, ni los edificios.
Son las personas las que se encargan de que sea un lugar con
personalidad, con pasión y emoción. Esto es lo que la hace diferente. Lo que
hace que mi lugar de estudio tenga alma propia. Un alma compuesta por millones
de sueños caminando en forma de personas que se levantan todos los días a ser
la mejor versión de sí mismo y a tratar de comerse el mundo para llenar de
orgullo sus hogares.
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