(Esta no es una historia de desamor. Ni la historia de un
espacio dibujado con una prosa endemoniadamente clara. Esta es una tentativa,
distorsionada del género literario que los cuchos de humanas denominan como
“relato”, aunque pa mí no deja de ser pura tramadera con un pite de lenguaje
dentro y salsa agridulce por fuera).
Volví a tener ese sueño, donde hablábamos en turco a los
vigilantes. Te veías tan hermosa que me daban ganas de llorar. Duermo poco y
despierto balbuceando árabe sin ninguna razón en los auditorios. Quizá sea una señal
de que debo irme de intercambio a Estambul o convertirme al islam. En otra
época, pasearíamos en bicicleta por el campus de la Koç Üniversitesi.
Venderíamos buñuelos de bocadillo para mantenernos, tenme fe, algún día el
dulce de guayaba será primer producto de exportación del país y no
envejeceremos.
Nuestro pasado fue una membrana dulce, que mi regreso a esta
Universidad volvió a abrir. Estudié la fisionomía de la Sede a través de tus
palabras, las peroratas de los gorriones colorados que salían de esa alborotada
cabellera tuya, las vías de acceso, incluso, planeamos escuchar canciones
jartas de indie nórdico tumbados en las cabañas del venteadero. Un día, nos
juramos inventar una gramática con las moras que tanto te gustaba comer al lado
del bloque 12 (allá donde la gente se la pasa tirando, fingiendo que es puro
ruido ambiental) para que solo los insectos posados sobre ellas pudieran
comprender. Recuerdo que amaba cómo el color de la piscina te pintaba las
caderas de un azul bioluminiscente, mientras yo te miraba, consciente de que al
lenguaje hay que arrojarse sin saber nadar. Nuestra devoción por Yourcenar en
los pasillos del Bloque 25 fue muy popular entre nuestros dos amigos en común.
Leíamos Cómo se salvó Wang-Fo y sumercé no dejaba de parecerme la esposa de
Ling “infantil como la leche, dulce como la saliva, salada como las
lágrimas".
Tu amor se secó de golpe/ nunca dijiste por qué.
La genealogía de mi pasión por ti empezó y terminó así:
Cambiando de ciudad, tachando mi autobiografía con un lapicero violeta,
entrando de nuevo al campus sin que los dos tuviéramos ningún tipo de relación.
Y ahora, me pareces tan irreal vos estando en otro país, tan dibujo animado
bailando en los muros de la facultad. Mientras, te escribo, sin dirección postal
a donde enviarte este sermoncito rosa que me nace de la vesícula, por lo que
tendré que dejar esa penosa tarea en manos de la Secretaría de Sede. De otra
parte, el lenguaje que te di lo mastico o te lo pongo a hornear en el 46, allá
donde me dijiste que Vestir significa también “bajar los párpados”.
Acá dejo esto que tiene pinta más de epístola poética, de
pasaporte turco que relato, y me parcho a ver si transcribo mis sentimientos
como una lengua muerta en las mesas de humanas, donde la primera estrofa
seguramente sea:
La vida es un toro mecánico
en la que siempre
nos montamos
de rodillas
Elogio fervientemente la autentica libertad de este autor... resulta complejo ilustrar todas las aristas de un sentir, pero estas letras han logrado dar un admirable paisaje de la esencia de un ... "cotidiano", de maricadas que dejamos pasar como si se tratase de cualquier cometa, pero que pocas veces, se analiza que razones preceden a ese encuentro, de lo hermoso que es dejarse engatusar tan pasionalmente y quebrantar ese hermetismo del comun y silvestre ... mis respetos y felicitaciones a este desahogo hecho relato, hecho cuento y mas aun, hecho realidad pasional.
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