lunes, 22 de agosto de 2022

Un foráneo en casa de Yohan Camilo Sánchez Meza

Ahí estaba yo, en una agitada ciudad que no conocía, conviviendo con las bestias más veloces, agiles y arriesgadas que jamás había visto (Algunas personas les llaman transporte público), observando detenidamente a una especie avanzada de humanos que evolucionaron para desarrollar habilidades que les permitían vender hasta a la mamá (Algunos los llaman paisas) y desarrollando nuevo vocabulario dentro de mi diccionario (En mi municipio guarapo es otra cosa jeje) viviendo con gente que no distinguía, cargando un peso enorme sobre mis espaldas, lejos de mi familia, de mis amigos, de mi gente, lejos de todo lo que conocía. Tenía miedo, sentía pánico, supongo que muchos se sentirían igual, o tal vez para otros no fue tan difícil, el caso es que empezaba una nueva vida. No todo iba a ser fácil, ver como mi madre lloraba después de dejarme fue como una apuñalada, no soy la persona más afectiva, pero trataba de mostrarle que todo estaría bien, que yo era lo suficientemente capaz de afrontar este nuevo desafío. Aun así, un vacío recorría mis venas, aunque tuviera compañía había momentos en los que me sentía solo, ¿Habré tomado la mejor decisión? ¿Seré capaz? ¿Qué pasará si no lo logro? ¿Y si decepciono a todos los que me importan? Un mar de preguntas inundaba mi cabeza. La primera semana viví pensante, atento, asustado y muy precavido.

Seguramente en un futuro recordaré esa primera semana con nostalgia, me sentía nervioso, tenía muchas dudas, después de todo era un primíparo hecho y derecho, aun así, por fuera estaba serio, irradiaba la imagen de que tenía todo bajo control, pero esto no podría estar más alejado de la realidad.

Mi nuevo hogar me recibía con un acogedor verde, casi por todas partes podías notar pequeños o grandes rasgos de vegetación, realmente una belleza natural en todos sus sentidos. Era como estudiar en un tranquilo y acogedor pedazo de cielo, convivir con las distintas criaturas que podías encontrar a los alrededores era fascinante, muros que resguardaban historias, trazos de mucho talento cubrían la capa dura y seca del cemento, los pasillos no solo resguardaban historia, eran historia, grandes personas destacadas en muchos aspectos habían pisado el mismo pasto y respirado la misma aura en la que me encontraba, era un ambiente mágico, me sentía más seguro, me sentía más aliviado, me sentía en casa.

Poco tiempo ha pasado, y desde entonces no dejo de sentirme como niño en dulcería cuando paso por la portería. He conocido gente maravillosa, he reído, me he divertido, como también me he sentido mal, frustrado o hasta enojado, es parte de crecer, es parte de vivir, es parte de sentir lo que la Nacional tiene para ofrecer. Este no es solo un lugar para estudiar, este es un lugar para crecer, avanzar, evolucionar y mejorar, trabajemos duro por sacar lo mejor de nosotros, la universidad no solo es un gran espacio con muchos salones, la universidad somos nosotros, nosotros somos Nacional.


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