lunes, 22 de agosto de 2022

Lejanía de Laura Andrea Machado Álzate

Tuve que salir corriendo. Te conocí una tarde y unas cuantas después, hui, hacia un lugar desconocido, con valentía y prudencia debía alejarme de ti. Dejar la pequeña patria, era abandonar el nicho que ha significado mi andar. He salido en busca de tierra fértil, de un alimento que no se halla en el lugar natal, no por un asunto de suerte climática, sí por la certeza de un arbitrario asalto por tener mi origen en tierras infartadas, corroídas por estallidos continuos, tierras desahuciadas debido a ser maltratadas y violadas. Las que van quedando tan desabridas como el parto crudo de una mujer que ha parido cuatro hijos por cesárea, indeseada.

 No quise dejarte tierra querida, soñada, añorada, pero si no salía justo ese día en que la suerte movió sus cosas, sería yo ahora mismo un campesino, hijo del desamparo y del desgarro. Tendría las gallinas en la maleta y algunas semillas de café en el costado. Cargaría el dolor de una vida, sosegada a veces en iglesias, otras veces en las plazas o con fortuna, nómada en casas de resguardo.

 ¡Oh tierra anhelada! Merezco un perdón, porque aunque no traje aquellas cosas en el lomo, te traje a ti. Vienes conmigo, te llevo, pero no en las maletas como las gallinas; vas como un implante que se incrustó hasta el límite del alma. Llego en compañía tuya, a este valle y comienzo a habitar aquel jardín, un lugar de árboles foráneos, que aprovechan las aves migratorias. Lugar de todos los colores, con extrañas cabañas y una gran barrera verde que aísla la ciudad. Donde huelo el rocío, justo cuando las aves están en su furia mañanera.

 ¿Qué sería de mí, oh patria que me visto de ti, si no me hubiese ido ese día? Sería tal vez un fiel trabajador de tus entrañas, pero no sería yo esto que voy siendo, un amante de la sublimidad de los hallazgos, no estaría en la dirección sensible y paradójica de esta, sublime y desconsolada vía filosófica en la que me he embarcado. No estaría yo, adorada Gaia, viendo los ojos sorprendidos de los alumnos en las mañanas. No sería preso de aquellos poetas que, al susurrarme al oído, me dicen: '¿Cómo morir sin haber leído esto?' No me juzgues por ambicioso, no lo hagas con rencor, bien sabes que mi destino estaba enrutado por mi amado padre, quien quería conducirme por esos, sus conocidos pasos. Hoy he vuelto a ese segundo amor, a sentir la algarabía de mis estudiantes, tras el encierro, aquel que me guio hacia el encuentro conmigo mismo. Mis años los he gastado, no en tu campo, sino preparándome para esto que soy, alguien que estudia a sus estudiantes, tanto como a sí mismo.


9 comentarios:

  1. Me gustó mucho Laura, Que buen cuento! Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Muy bonito relato, retrata esa infatigable búsqueda de muchos, de todos. Esta cargado de una muy bella nostalgia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Se acerca a nuestro sentimiento colectivo en relación con la concepción de la universidad como un hogar que nos da sosiego ante la agresividad cotidiana. Sentimiento que además se narra un poco desde la individual.
      Gracias Carlos por tu apreciación!

      Eliminar
  3. Un relato poético hermoso, con estructura perfecta, transmite la sensibilidad de la autora. Felicidades a tan bella mujer.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gaia querida, que bonito es ofrecerte esas imágenes, cargadas de la sensibilidad que percibes. Esa relación entre el lector y relato es de una intimidad indescifrable. Gracias!!

      Eliminar
  4. Lejanía de las palabras que migran desde lo narrativo hacia lo lírico y lo filosófico, llevando a cuestas su tierra querida y añorada. En estas palabras viajeras está contenido el sentimiento del que o de la que con valentía deja su patria, su hogar, su tierra; a saber, todos y todas en algún momento, que migrantes somos. Gracias Laura.

    ResponderEliminar

Cuentos participantes

Hace tiempo, no recuerdo de Daniel Vélez Vélez Regreso de Alejandro Pérez Ortiz Compartir contigo de Luisa Fernanda Pineda Pulgarín Re...